ESTA ES UNA LECCIÓN DE MASTER DE GRAN VALOR

Hace muuuuchos años en una galaxia muy muuuy lejana yo trabajaba como director adjunto a la dirección en una televisión local.

¿Quedan televisiones locales?

Era un tío muy responsable, muy joven, muy currito, con buena planta y no se me daba mal manejar equipos. 

Tenía hasta coche de empresa. 

Despacho propio.

Un buen sueldo.

Y salía en la tele. 😉

Ligaba mogollón….

Para una tele local no estaba nada mal.

El caso es que yo era de los pocos que tenía un contrato en condiciones.

 La  mayoría de la plantilla esperaba desde hacía tiempo a que mejorasen las cosas bajo promesas de los superiores que manejaban la empresa.

Un buen día,  de repente, como si lo hubieran pactado todes, uno a uno empezaron a pasar por mi despacho todos los compañeros para compartir su queja más que comprensible.

Me invitaban a que fuera el representante del grupo para trasladar sus necesidades al GRAN JEFE.

El GRAN JEFE era un señor que vivía fuera de la ciudad, con mucha pasta y con un peluquín horroroso y que sólo buscaba ganar dinero.

 Le daba igual el cómo. 

Mi perfil de salvador, muy inmaduro por aquel entonces, me llevo a ser el cabecilla del grupo.

EL GRAN JEFE no cedió y nosotros nos plantamos y dejamos de emitir.

El resultado fue que a los pocos días, uno a uno les fueron llamando al despacho con un contrato encima de la mesa.

¡GENIAL!

A mí me despidieron. 

¡JODER!

Sería un cínico sino reconozco que por aquel entonces tenía ganas de estrangularlos a todos con el peluquín del GRAN JEFE.

Hoy sólo digo GRACIAS por aquella lección. 

Fue un master de gran valor.

He tenido la fortuna de tener  una vida rica de experiencias que no la cambio por nada. Puedes ver mi linkedIn

He vivido.

Sólo tres personas se despidieron nada más  enterarse de que me habían echado.

El resto al igual que el GRAN JEFE del peluquín consiguieron lo que querían, dinero.

Y al igual que al GRAN JEFE tampoco les  importó el cómo. 

Esas tres personas que renunciaron al dinero dan sentido a todo.